viernes, 6 de febrero de 2015

La lucha de un padre al que le quisieron sacar a su hijo porque tiene síndrome de Down


El llanto que el neozelandés Samuel Forrest escuchó mientras esperaba afuera de la habitación de un hospital de Armenia donde su esposa daba a luz a Leo, su primer hijo, le hizo tomar conciencia de que su vida había cambiado para siempre. .

"LA AUTORIDADES DEL HOSPITAL NO ME DEJABAN VERLO, NI A MI ESPOSA"

Estaba ansioso por conocerlo, por ver el rostro de su hijo, pero cuando la pediatra salió de la habitación llevaba un bulto. "Ese bulto era Leo", recuerda Samuel en declaraciones que reproduce ABC. "Ella cubría su carita y las autoridades del hospital no me dejaban verlo, ni a mi esposa. Cuando la doctora salió, me dijo: 'Hay un problema serio con su hijo'". .


Entonces Samuel entró a la habitación y la doctora se volvió hacia él para ser claro: "Leo tiene síndrome de Down".

El padre quedó shockeado por algunos segundos, pero la noticia no modificó lo que cualquiera sentiría por su hijo: "Me hicieron entrar, vi a este chico y me dije: 'Es hermoso, es perfecto y voy a cuidarlo'".

Feliz a pesar de todo, entró a la habitación de su esposa, donde -cuando menos se lo esperaba- tuvo el mayor golpe del día: "Si te quedas con el chico, tendremos que divorciarnos", disparó la mujer, Ruzan Badalyan.

"SI TE QUEDAS CON EL CHICO, TENDREMOS QUE DIVORCIARNOS", AMENAZÓ LA MADRE

El ultimátum fue terrible e inesperado. Samuel no tenía idea de cómo se manejaban estos casos en Armenia, o al menos en el círculo familiar de su esposa: "Lo que sucede cuando bebés como este nacen aquí es que te dicen que no tienes que conservarlos", explica el padre.

"Mi esposa ya lo había decidido, así que todo fue hecho a mis espaldas", se lamenta.

A pesar del ultimátum de Ruzan, el padre siguió a su corazón y decidió criar a Leo contra la opinión de la madre y su familia. "No es lo que quería, pero nunca tuve la oportunidad de hablar con ella en privado sobre el tema", se lamenta.

Una semana después, la mujer le pidió el divorcio y Samuel se quedó sin casa, con un magro trabajo como vendedor freelance y a miles de kilómetros de la única ayuda que podía tener: la de sus parientes en Nueva Zelanda.


Fuente: INFOBAE

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